Dos pasos atrás.

Y en un instante tan frágil como efímero, me miras y me prometes la eternidad sin palabras.
Todo fue un trance, un paro en el tiempo, sin embargo, aunque el silencio parecía estallar en mis oídos, pude escuchar el sonido de tus pasos alejarse.
Algo dejó mi cuerpo inmóvil, un sentimiento quizá, una fuerza gravitatoria en mi interior, fuera lo que fuera, me prohibió seguirte hasta el fin del universo.
Me sentí caer en un abismo infinito, una oscuridad casi palpable, tan espesa como la sangre congelada de mis venas, me sentí desvanecer, me sentí morir.
Solo quedaba una luz, parpadeante, apagándose, procedente de tu sonrisa y del reflejo de tu melena rubia, mis ojos se cerraban, mis párpados pesaban, el silencio me abrasaba y al mismo tiempo me estremecía con su gélido tacto.
El tiempo pasa y aún mis palabras te rodean, eres mi musa y mi estrella, eres mi sueño y mi espera, toda una eternidad.
Tengo el corazón muerto, mis latidos agonizan en un ligero susurro, una falsa parodia de sus anteriores latidos, cuando se aceleraban con tu presencia, cuando se encabritaban con el sonido de tu voz o la magia de tu sonrisa.
Eres tanto pasado como presente, eres tanto mi vida como mi muerte, eres un instante y el mismo infinito, eres mi oxígeno y mi veneno, no eres nadie y sin embargo lo eres todo.
No puedo evitarlo, quizás aun te lleve tan dentro que morir por ti siga siendo la mejor de las opciones, la mejor de las risas tu recuerdo aun en mi mente, el mejor de los suspiros la calidez casi inexistente de mi cuello...
Quizás necesite un tiempo para amarte y tan solo mil vidas más para poder olvidarte, podré esperar. Te quiero